Sentada ante Tí escucho tus condiciones. No tengo nada que añadir. Me parece bien.
Yo no tengo condiciones. Ni límites. Para mí, es sencillo... confío o no confío. Y si confío, nada más hay que decir, porque si hay que hacerlo irá surgiendo solo.
Tan solo... una cosa. Pregunto. Respondes. Te cuento. Me escuchas. Preguntas. Respondo.
Bien. Hora de cenar. Entre el comedor y la cocina, en un segundo, te miro, me miras.
Y Tu mirada se llenó de mí.
No sé como explicarlo. Un segundo. Un destello. Un reflejo. ¿Lo imaginé?
No. No puedo haberlo imaginado. Lo que se siente no se imagina.
Momento intenso, sentido, que me hace apartar la mirada.
Los nervios desaparecen como por arte de magia. Todo está bien. Es como tiene que ser.
Aún... no me has tocado, no me has besado, no me has usado y sin embargo, pareciera que me tienes desde hace mucho.
No me atrevo a imaginar... a decir... soy racional... y es pronto. El momento aún no ha llegado pero aunque callo sé que ya estoy en mi sitio.
Sí, todo empezó, realmente, cuando... Tu mirada se llenó de mí.
Y desde entonces estoy... como Tú dices... a Tu lado, entre Tus piernas, a Tus pies...